miércoles, junio 16, 2010

Ay, qué lindo! Sacale una foto

El viernes pasado fuimos con la clase de Arte Alemán al Museo Judío de Berlín. Es un anexo al Museo de Berlín, que se construyó para guardar exposiciones de historia luego de la subida del muro, como una respuesta al bloqueo del tradicional Museo Histórico de Berlín. El Museo Judío fue construído como anexo a aquel que mencioné, y se inauguró en 1999. Es una obra de Daniel Libeskind, un arquitecto descrontractualista genial, que ahora está trabajando en Ground Zero en Nueva York.
El museo es un desafío en términos de construcción. Solamente se puede acceder por el subsuelo, y el plano está dividido en diferentes ejes que se cruzan: el eje de la continuidad, el del exilio y el del holocausto. El eje del exilio desemboca en una de las mejores obras memoriales que vi, el Jardín del Exilio, un patio con columnas altas (entre las que se puede circular) sobre un piso desnivelado. Al final del eje del holocausto está la Torre del Holocausto, un espacio de concreto, cerrado, sin ventanas, irregular y de un techo altísimo.
Entramos ahí con la clase. La puerta se cierra y sólo se escuchan los autos de la calle. La habitación no es un rectángulo, sino un trapecio con un lado recto. Y en ese ángulo agudo donde se juntaban las dos paredes que daban a la calle, se colaba un poquito de luz que venía del sol de afuera. Se movía por las hojas de los árboles. Fuera de eso, la habitación es oscura. El concreto está frío, lo sentí en la espalda cuando me senté en el piso. En eso estaba, pensando qué significaba esa habitación, cuando se abrió la puerta y entró una señora con la audioguía de cinta roja colgada en el cuello. Se tomó cuarenta segundos tal vez, luego caminó a su ritmo de costumbre, tomó su cámara automática con pantallita y le sacó una foto a la luz que se colaba en la parte superior de la pared.
Yo me puse a pensar en la gratuidad que tienen las fotos. Me puse a pensar en qué necesidad tenía esa vieja de mierda de sacar una foto de eso, si claramente la arquitectura está para que la experimentes, la sientas, no la guardes en una foto que no va a comunicar nunca jamás lo que se puede sentir en esa cámara. Me molestó, me imaginé a la vieja tomando té con sus amigas, pasando las miles de fotos de su viaje a Berlín y deteniéndose en esta. "Y esta foto la saqué en la Torre del Holocausto. Este es el único cachito de luz de sol que entra" "Ah... que fuerte".
Luego recordé cuando las fotos eran con rollo. Que había algo excepcional, o que nunca se volvería a ver, entonces se buscaba la cámara y se sacaba una foto de algún momento que fuera digno de recordar. Porque las fotos en ese momento eran caras. Yo me pregunté qué va a recordar esta señora, si ni se sentó a pensar en lo que estaba viendo. Tal vez recuerde la cara de todos nosotros, mirándola a ella -tal vez por eso no tomó más fotos-, o por ahí el chiclik artificial de su Canon compacta. Y por ahí algún día vea esa foto y no se acuerde de qué era, y la borre.

jueves, junio 10, 2010

El marco legal de las cosas

* La primera ley alemana fue redactada en el siglo XVI, y decía cuáles eran los tres ingredientes de la cerveza.
* Cuando Var estaba pensando su segunda instalación de arte, tuvo que replantear lo que quería hacer, porque por ley no se puede partir una heladera a la mitad.
* Cuando estábamos trabajando con luces en el mismo curso (instalación de arte), toda luz que no estuviera apollada en el piso debía estar sujeta con un cordel de metal a un travesaño, porque por ley es ilegal colgar luces sin la cuerda de seguridad.
* Cuando Lars nos fue a buscar a Bolzano, nos dijo que teníamos que viajar lo más rápido posible, porque por ley no se puede manejar más de diez horas seguidas.
* El domingo, antes de volver del mar, vi que había muchas sobras de la barbacoa sobre la mesa. Le dije a Luzie (Berlín) que alguien debería guardarlas en la heladera. Me dijo que no, que era ilegal, que había una ley que decía que no se podía volver a meter en el refrigerador algo que había estado afuera, porque ya estaba contaminado. Yo pensé en Madre y su planificación basada en sobras.

miércoles, junio 09, 2010

La gente, en el Mar Báltico, se mete al agua en pelotas


El fin de semana pasado fuimos con la facultad a Warnemünde, un pueblo costero al norte de Alemania. Como la vez que hicimos la excursión a la región de Harz, este viaje se organizó para salir de la cotidianeidad de Berlín y compartir tiempo juntos. Más del que compartimos viviendo en una misma casa, si señor! =)
Yo lo disfruto porque son unos días que no tenés obligaciones académicas (para las que los fines de semana no cuentan), y podés hablar de cosas que no son ensayos, libros, etc.
El clima estuvo muy cálido, y todos los días fueron soleados, así que disfruté mucho de tirarme en la playa y caminar. De hecho, ni bien llegamos, dejamos los bolsos en el hostel y fuimos a la playa. Y allí estaban, los hombres y mujeres desnudos. Al principio fue como "Oh, dios mío! Hay un hombre desnudo...".
Luego vimos que había veinte más, y uno se acostumbra. Piensa "Bueno, he ahí algo que no pensé que iba a ver de ese señor de 60 años", pero en el fondo es liberador pensar que uno puede andar en bolas por la vida sin prejuicios sobre cómo su cuerpo debería ser. Vira (Ukrania) tenía la teoría que, como en general eran todos viejos y viejas los que andaban desnudos, lo hacían para convencer a los jóvenes de que está bien andar así en la playa y así poder apreciar sus bellos y jóvenes cuerpos. Los que también corren en bolas son los chicos de hasta 10 o 12 años. Muy loco. En fin.
El pueblo estaba lleno de puestitos donde se vendía pescado en muchos formatos.
Distintos tipos de pescado en sánguche, o tmb milanesa de pescado frita con rabas fritas. Todo frito. Y estaban colmados de gaviotas enormes que sobrevolaban las bronceadas cabezas de los turistas en busca de algún mordisco.
El sábado, yo me anoté en el grupo que iba a Rostock, una ciudad río abajo muy famosa por su Universidad. Fuimos en barco, y ahí descubrí algo fundamental. Mientras yo estaba encantadísima con el calor y el sol recalcitrante, la mayoría de los alemanes prefiere quedarse en la sombra, o viajar en la cabina. Yo enseguida busqué un asiento en el dock, que compartí con dos latinoamericanas, me saqué la remera y estiré las piernas para tomar sol. Luego me percaté que nosotras tres éramos las únicas que estábamos aprovechando la oportunidad. Todos los demás permanecieron debidamente vestidos. Ahí pensé que tal vez es por eso que pueden soportar un invierno tan largo... simplemente les gusta.
La noche del sábado se hizo una barbacoa (odio esta palabra) y después se dedicó a charlar sobre lo que habría que mejorar en la ECLA, las cosas con las que no estamos de acuerdo, etc.
No podría terminar este post sin mencionar la adorable presencia de los niños. Algunos profesores fueron con sus parejas e hijos. La mayoría muy maleducados e incha pelotas al mango. Salvo por Greta, la hija de Laura, que es una bonita de la vida. Antes de ir, le pidió a la mamá que le dijera quiénes hablaban castellano, para que le hablaran en ese idioma. Ella tiene 3, y habla alemán e italiano, y en la cena del viernes me prestó sus marcadores mágicos para dibujar el mantelito que le dieron en el restorán.

La gaviota
que dimos en llamar
Marcela












yo bronceándome
en el barco













En el camino a Rostock
nos cruzamos
con el Capitán Garfio
y su tripulación











Greta juega