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viernes, agosto 05, 2011

Estoy re escribidora

Felicidad plena.
En Facebook publiqué el link a mi blog marianarra. (Acá hay algo de narrativa, pero digamos que allá es exclusivamente eso) ¡Revivió! Lo publiqué con la frase "no estoy muerto aún, más bien loco de atar", de la canción del musical "Spamalot", de Monty Python. Dejo pegado el video. Cuando pienso en mi capacidad para escribir, que muchas veces pongo en duda, es un poco eso: que no me muero, sino que me vuelvo cada vez más loca.



Perdón, no lo encontré en castellano.



Nada más que decir. Lean y comenten.

jueves, julio 28, 2011

La historia de la tecnología hiperdesarrollada que se vuelve contra el hombre

Hoy es un día terrible para andar en ascensor. A la mañana el bicho que sube y baja simplemente no venía. Creo que el de al lado estaba roto y el que andaba lo solicitaban todos. Antes que perder el tren, preferí bajar por la escalera. Por supuesto, me encontré en planta baja a uno que bajaba del ascensor, y lo miré mal, porque si loco, me la vivo llamando al bicho bajador y no viene.
Hace un rato, en el trabajo, estaba en el ascensor yendo del piso 17 al 25. En una parte del trayecto, se frenó y se apagó la luz. Éramos fácil diez personas adentro. Me asusté: le tengo miedo a la oscuridad. Se esuchaban algunos resoplidos, breves fastidios de personas que reducían el hecho: hay diez personas encerradas en una caja de metal a oscuras en suspensión a la altura de un piso 23. Cuando se prendió la luz, dije un permiso fuerte (porque estaba en el fondo), me dejaron pasar y me bajé. Una mujer que me siguió dijo algo, yo le respondí que soy claustrofóbica. Eso es cierto, pero además queda mejor que confesar mi miedo a la oscuridad. Subí los dos pisos que quedaban por la escalera. Después tuve que bajar de nuevo (maldito centro de copiado en el piso 17!), y se me cerró la boca del estómago de pensar que tenía que tomar el ascensor. Soy re sintomática. Apreté el botón para bajar. No se prendió la luz que se prende siempre cuando pedís el ascensor. Esperé un ratito hasta que la mala espina se terminó de hundir en mi piel, salí del hall del bicho que sube y baja y tomé las escaleras, 8 pisos abajo. Aún tenía que volver. Un ascensor que subía tenía la puerta abierta. Era el de carga. "¿Puedo tomarme este?", pregunté. Me dijeron que ningún problema.
Ahora estoy en mi escritorio. La pregunta es: cuando tenga que salir, ¿andará el bicho? ¿Estará de humor? Mirá que son 25 pisos... ¿Vendrá Neo a salvarme de la revolución de las máquinas? Yo quiero una cita con el Creador, viejo. Así no puede ser. ¿Mirá si un día se retoba la máquina que registra el ingreso? ¿Y pone que entré a las 10 y salí a las 14? O si se retoba la máquina del café. Y empieza a escupir café, después te tira un chorro de leche caliente en los ojos, te escupe azúcar en el óido y te tira Nesquick en los zapatos. Después salís a tomar aire al jardincito, agobiada por el ataque, y te come un ejército de hormigas. Entonces llevan el resto de tu cerebro aún consciente a su guarida y te das cuenta que es verdad, existe una hormiga gigante que maneja a todas las demás. Tu cabeza se da cuenta que el fin está cerca, pero no puede hacer nada, porque le falta el resto del cuerpo. Hay que tener cuidado con estas cosas. Porque cuando las máquinas y las hormigas se complotan, la historia de la Humanidad como la conocemos puede llegar a su fin. Posta.

jueves, julio 21, 2011

La pregunta de la radio

El otro día volvía del trabajo escuchando Metro y Medio, en la 95.1. Sebastián Wainraich y Julieta Pink hacían una pregunta: ¿qué cosas marcaron tu vida? No tenían que ser cosas malas o buenas, simplemente podía existir algo que se repetía en diferentes ocasiones.
Yo me puse a pensar qué era eso para mi. Lo que marcó mi vida son las distancias.
Nacer lejos. Vivir lejos de donde nací.
Las distancias infranqueables dentro de mi familia.
Las que cruzo todos los días.
Los 600 kilómetros a La Pampa en auto varias veces al año.
El camino hasta el molino.
Las distancia eterna con los amigos de otros lados.
Los miles de kilómetros viajados para tomar una cerveza y hablar y reir.
La distancia que se acorta cuando comentás una foto en Facebook.
La distancia que a veces pongo con las demás personas.
Son metros, espacios que se vacían cuando tomo aire, que aparecen en viajes de colectivos, o cuando tarda en llegar un mensaje de texto, una llamada, un mail, una noche, llorar sentada en la bañera, sola, mojada, porque te da bronca, que no puede ser, que te gusta acá
y otra vez
te tenés que ir.

miércoles, julio 13, 2011

Cuponizá tu vida (segunda parte)

Carolina Sturla para mi era mi amiga de taller, con quien compartía taxi de vuelta y que trabajaba en la Fundación YPF. Resultó ser la gerente del área de Cultura y Patrimonio. Cuando le escribí un mail diciendo que me gustaría trabajar en la fundación, me dijo que justo estaban buscando a alguien para trabajar en un proyecto concreto. Querían confeccionar el archivo histórico y patrimonio de la empresa, y necesitaban una persona para trabajar en eso. Me aclaró que era temporal, y el otro pequeño detalle: tenía que empezar en una semana.
Me encantó el proyecto. Le dije que si. Después vería cómo se iba dando todo lo demás. Eso fue un viernes. El lunes fue feriado. El martes me llamaron para coordinar una cita. El miércoles a la mañana fui a tres entrevistas diferentes y al mediodía me llamaron para decirme que había quedado. En sólo seis días se había resuelto mi búsqueda de seis meses.
El proceso de partida de Cupónica me llevó 10 días. Tenía que dejar todo listo para la próxima redactora. Y fue en la redacción de ese manual de Copywrite que capitalicé todo lo que había aprendido en la empresa. Todo lo que desarrollé con los textos, el potencial para acciones de marketing, todas las posibilidades para desarrollar la comunidad de Cupónica se presentaron ante mis ojos.
Así recordé lo mucho que me había divertido escribiendo esas historias. Y la verdad que la pasaba muy bien. Cosas que descubrí:
- El marketing puede ser muy divertido y entretenido
- Se hacen grandes amigas en el trabajo
- La Torá todo lo dice: pasado, presente y futuro
- Shabat empieza los viernes a la tarde y dura hasta el sábado a la noche
- Las personas que trabajan en atención al cliente son lo más. Se merecen todo mi respeto
- Los usuarios son demasiado viles con quienes les prestan un servicio
- Existe una máquina que sólo bate leche y hace espuma para el café. Excelente
- Hay gente que le dice hija a su perra diminuta, con un moño en la cabeza
- No importa cuáles sean tus creencias religiosas, Yhavhé te encontrará en el cielo y te juzgará con todos tus ángeles buenos y malos
- Soy una persona creativa
El día que me fui me regalaron dos docenas de medialunas saladas de manteca (!!!!!!) calentitas, oda a la infancia de Jolo; y una Besha billetera turquesa de cuero con cierre y separadores (como la que quería!!!). Adentro es fucsia. Es muy linda y está súper contenta porque la llevo a todos lados.
El viernes me fui como a las 8.30 pm (tarde para mi, siempre rajaba a las 7 cuando mucho). Pixie me puchereó y Mery lloró un poco y Ale hizo de cuenta que no me iba. Y yo las quiero con toda el alma. Jolo me retuvo lo más que pudo charlando de Cupónica y escuchando lo que tenía para decir.
Y todo así, porque al final es cierto lo que me dijo Marie (amiga de taller y nueva redactora): en Cupónica somos como una gran familia.

lunes, julio 11, 2011

Cuponizá tu vida

Retomando.
El jueves hizo un año que volví de Berlín. Empecé a pensar cómo viví esos doce meses. La cuenta es simple: casi 4 meses sin trabajo + 8 meses trabajando como redactora creativa en Cupónica.com.
Alguien me dijo, cuando mi tema de conversación era el desempleo, que conseguir el trabajo que uno quiere lleva tiempo. "A un amigo mío, por ejemplo, le llevó un año", me dijo. ¡¿Un año?! ¡¿Vos me estás diciendo que le llevó 12 meses conseguir el trabajo que quería?! O sea, ¡¿365 días sin hacer lo que le gusta?! Si, uno puede medir el tiempo en la forma que prefiera. Por lo general, cuando estás sin trabajo, todo parece larguísimo. Y cuando conseguís trabajo, sentís que el tiempo vuela, y ya te ponés viejo para hacer lo que querías.
El 2 de noviembre empecé a trabajar en Cupónica.com. Me pasó el laburo Jesi, una amiga de la facultad. Ella se iba a trabajar en el portal de Canal 24 Noticias. Envidia. Obvio. Se iba a hacer periodismo, yo, a trabajar en marketing. Odio el marketing. Me parece un cáncer. Bueno, es un trabajo. Bueno, está bien. Las voces en mi cabeza discutían durante el viaje en colectivo.
Somos un start-up (esa palabra la aprendí en OEI, 4° de la Facultad), me dijo Diego, una empresa chica de 12 empleados. Empecé a trabajar a los tres días. Escribir sobre celulitits, sobre plataformas vibratorias, sobre ofertas en peluquerías. Uñas esculpidas. Sushi. Alisado definitivo. Sushi delivery. A veces ya no sabía sobre qué escribir. Además, tenía a cargo las imágenes. Todo para mañana, por favor. Mucha presión. Excelentes personas trabajaban al lado mío. Alexia era mi jefa. Lety era agente comercial, igual que Flor. Las coordinaba Albert. Ceci era atención al cliente. Max y Diego, CEOS. Dante y Pablo, programadores. Eso era Cupónica al principio. Una vez me fui de la oficina, enojada, porque no me pasaron el material. Estaba todo escrito, y yo lo había escrito de cero sin saber. Otra vez se cayó la propuesta a las cinco de la tarde. Me subió un calor a la cara, me puse roja y me fui a sentar afuera. En diciembre se unió al equipo Carla, agente comercial. Siempre se quejaba de que no le avisábamos cuando pedíamos comida. Le costó acostumbrarse que en realidad no le avisábamos a nadie: entre dos mesas redondas coordinábamos bastante bien a la misma hora todos los días. En enero entró Gaby, otro agente comercial. Trajo un deal para hacer alineación y balanceo por 30 pe. Algunas tardes nos hablaba de sus hijas. Tiene dos nenas, la más grande tiene cerca de 11 años y un Facebook monitoreado. Ese fue un gran mes. Se unióSol. Yo llegué a la oficina y ella estaba sentada en una silla de la otra mesa. "¿Vos sos la diseñadora?", le pregunté contenta con la promesa de hace meses. "No, bueno, todavía no", tenía cara de vergüenza. Estudiaba Diseño de Indumentaria, pero había entrado para hacer trabajo adminsitrativo. Se iba a ocupar de Pagos. Ceci respiraba un poco.  Entró Mery 2 (yo pasé a ser 1), diseñadora, referente de moda cool y genia total. El primer deal que hizo fue Suspensión Ricky, el de Gaby, que todavía me da risa el nombre.
Empezamos a hacer más acciones de marketing, agitar el Facebook. Salimos con Volta. Yoghurt helado Top It se usó hasta el cansancio. Empecé a aburrirme de escribir siempre sobre las mismas cosas. Y me tuve que reinventar.
Recién ahí descubrí la redacción creativa. En mi mente, una idea: hay muchas páginas de descuentos, ¿cómo podemos hacer para que la gente se quede más tiempo en la nuestra? Si bien el objetivo número uno es vender cupones y facturar (oh Yhavhe no permitas que suceda lo contrario), las funciones de Cupónica, a mi parecer, iban más allá. Da a conocer una marca y promociona su nombre, su Facebook, su página web. Cuanto más tiempo estuviera un usuario en nuestro sitio, mejor para nuestros clientes (los comercios). ¿Cómo llamar su atención? Vamos a contarle historias. Así fue. Empezaron a publicarse historias delirantes, con personajes estrambóticos, de nombres raros, a los que le pasaban cosas alucinantes. Raimundo Rogelio Contratiempo, Mecha Marchante (la de las mechas mechudas), Perla Pulidospimpollos, la pareja Ricoeur-Pompidante y hasta el monstruo del lago Ness y Nahuelito protagonizaron historias de no creer. Empecé a pensar acciones de marketing, cosas que hicieran participar a nuestros usuarios. Los relatos se empezaron a explotar más cerca de mi partida.
Las posibilidades reales de irme se dieron a partir de enero. Ese mes puse algo muy copado en la carta de presentación en ZonaJobs y conseguí una entrevista en Turner para trabajar en Cartoon Network. Fue la única vez que uno de esos medios online me rindió. Otra entrevista: para una fundación. En febrero ya sentía el desgaste de trabajar en la actividad comercial y empecé a buscar activamente otra cosa. Decenas de mails por día. Otra entrevista: Xaga, una agencia de publicidad (los de Mamá Luchetti). Entusiasmo y emoción. Pero tampoco iba a ser el camino. Disney, coordinadora de contenidos digitales. Muy buena entrevista, me quedaba a 20 cuadras de casa, pero no daba el perfil.
Me desesperaba, me ponía de mal humor, contestaba mal, mi jefe me preguntaba si estaba indispuesta. Todo eso, y mandar muchos mails por día. Muchos hasta enviarle un correo a Carolina Sturla, mi amiga de taller de escritura.

viernes, octubre 29, 2010

Sobre los proyectos

A mi me costó retomar. En Berlín desarrollé un proyecto de corto documental, presenté la propuesta en la facultad y lo aceptaron. Me lo financiaron y me prestaron los equipos. Salí a filmar a la calle, al subte, al tranvía, hice entrevistas. Lo puse en mi CV, en estado de postproducción. Lo llamé Ausländer, que quiere decrir "extranjero" en alemán. Y desde que llegué no lo volví a mirar. Me parecía que estaba feo, que los planos no eran copados, que no estaba bien filmado, etc. Un día volví a mirar el material. Y me gustó. Y se me ocurrieron ideas y empecé a armar algo. Así fue que edité el trailer, con la ayuda de Diego. Acá lo posteo. Fue muy bien recibido. Yo, por mi parte, me maravillé con los geniales resultados de no abandonar mis propios proyectos.

lunes, octubre 25, 2010

Yo adivino el parpadeo

A veces pienso en mi como una extraña que tiene y cuenta mil historias, imagina tramas, amoríos secretos, encuentros fugaces, ventanas, encuadras. Saca fotos de rollo de pura nostalgia, o porque cree en la magia o le quedan algunos pocos objetos sagrados.
Me contó que volvió y buscó en ciertas personas amigos que había dejado hace un tiempo. Que algunos encontró como siempre, que otros encontró mejor, que algunos ya no estaban. Se habían transformado en tormentos del tamaño de un vaso cervecero, una botello de litro o un balde. Me dijo que de esas nubes llovían preguntas sobre quién era ella, si hacía bien, qué esperaba después de todo. Y de aquel grupo de amigos, le pregunté, de aquella dinámica colectiva, de aquella risa contagiada, de esa sensación de pertenecer, dónde están esos. Había vuelto, me dijo, a una de sus reuniones. Se había sentado en la silla con otros que ahora sentía cercanos. Estaba nerviosa, fumaba cigarrillos prestados y hablaba rápido.
Me contó que fue como la huerta de su abuelo. La última vez que fue a visitarlo le preguntó cómo la traía, y fue a ver en qué estado estaba. Ella solía ayudarlo a mantener las plantaciones sanas cuando era chica y hacía mucho que no pisaba esa tierra. La huerta ya no estaba en el cuadro del molino, ahora quedaba al lado de la cabaña. No había papas, pero había muchos zapallos. Tampoco zanahorias o frutillas. Los tomates seguían ahí, pero eran más cortas las filas y estaban desprolijos. Los arregló, para que no se pudriera el fruto. Sujetó las ramas a las cañas, ajustó hilos de plástico verde, enterró bien las guías. Realmente todo había cambiado, sólo algunos rastros quedaban de la vieja huerta. Eso, y la tierra, que nunca dejó de ser buena. Siempre podría sacar de ella lo que quisiera.

sábado, septiembre 11, 2010

Cuando él trabaja, yo me siento en la cama a leer.
En ese lugar, con esa almohada, ahí.
No dormir juntos es raro la mayoría de las veces.
A veces él trabaja y yo no estoy, entonces es así, por Skype.

miércoles, septiembre 01, 2010

de la vida de las valijas

Imaginate que las valijas estuvieran vivas. Y cuando las tirás ahí, en la cinta del check in, medio que se quejan. ¿Y qué comerían? Ropa. No, ropa no pueden comer. No, es verdad, sería muy caro. Mmm... ¡Ya sé! Cierres relámpago. Y comen cierres, entonces producen cierres. Y las valijas gordas tienen más cierres, porque comen más. Claro. ¿Y qué hacés cuando se muere una valija? ¿La enterrás en el patio? Si, puede ser que cuando están viejas las dejes en tu jardín. Si, hasta que pasa un cartonero y se la das a él. Como hay cartoneros, y también bottelleros, puede haber valijeros. Si, o como los pasea perros. En vez de pasear perros, pasean valijas en su vejez. Ja.

De esto hablábamos con Luzie ayer, mientras esperábamos en la fila de Iberia. Después comimos una porción de lemon pie con seven up, y yo me fui a mi casa y ella se fue a Berlín. La voy a extrañar.


domingo, agosto 29, 2010

Y me pregunto qué es dormir

Algunos días me ataca un mal humor atroz. Se puede desencadenar por muchas razones: una cosa, una actitud, un dicho. Y me cuesta desmalhumorarme. Lo mismo sucede cuando por una razón, me bajoneo. Últimamente me pasa por que me cuesta encontrar trabajo. Está todo medio parado, y nadie parece necesitarme para nada. Es difícil, pienso, pasar de un escenario de plena ocupación, con trabajo, estudio, a la plena desocupación. El tema es cómo salir de esos estados de humor.
Yo duermo. Se me hizo claro que aplico el sueño como cura cuando una tarde le dije a Luzie "Yo voy a dormir un rato, porque estoy de mal humor, y quiero que se me pase. Y después vamos a [tal lado]".
Como si en el bajón dejara de pisar firme y me hundiera en mi propia persona, en un hoyo oscuro, porque de pronto se acabó el piso, y caigo, caigo, corto el aire al caer a plomo, y de pronto mi conciencia dormida pega un manotazo y alcanza la mano que casi se escapa. Envión como un látigo y ¡plac! piso tierra firme. Despierto. Estoy en el colectivo. Luzie me mira. "You fell asleep again", me dice. "Yes, I feel much better now".

domingo, agosto 22, 2010

Hace poco escribí un cuento. Yo no estoy segura de cómo suceden esas cosas. De lo que tengo plena certeza es que en un momento completamente azaroso, una oración bimembre o unimembre se mete en mi cerebro, una idea germina, y luego existe el cuento.
Hace poco escribí un cuento sobre una chica que se equivoca de colectivo, y en vez de ir a la casa que comparte con el novio, se va a la casa de los padres y ahí descubre que el tiempo tiene otra dimensión y que su familia está un poco loca. La chica luego deberá pasar por otras cosas antes que la puerta se abra y le de paso a su departamento.
El cuento lo escribí para llevarlo al taller de Vir. Y como ese día no lo pude leer, y quería saber si estaba bueno o no, lo empecé a pasar a diferentes personas. A mi me gustaba, pero pensaba que había que corregirlo un poco. A Diego le gustó mucho. A Facundo, mi hermano también, pero me preguntó si eso era realmente lo que yo pensaba de él. Bueno, no. Claramente que no. Lo que hace el hermano en el cuento es funcional a todo lo demás: ¡la familia está loca! Luego de leerlo en taller, y de que tuviera una buena recepción, tuve una idea peor: mostrárselo a mi papá. Cuando me lo devolvió me preguntó si yo realmente me sentía así en mi casa. Que la escena donde se encuentra con su familia era muy violenta y si yo realmente me sentía así. ¡No! Claramente mi familia no pudo despegarse del psicoanálisis del cuento, en otras palabras, de ver qué pasa por mi cabeza a través de esas palabras.
Un acto creativo es, por lo general, inexplicable racionalmente. Esa es su esencia. La creatividad tiene lugar cuando la racionalidad de una persona se deja de lado y no reprime las ocurrencias un poco locas, un poco mágicas, de la mente. Si yo me voy a poner a pensar qué va a decir mi padre cuando lea el cuento, claramente no voy a escribir nada. Me dio pena que no pudieran despegarse de la lógica, del análisis lineal de lo que leyeron. Sentí que tal vez no les podía mostrar todo lo que escribo. Con Diego no me pasa lo mismo. Jamás me cuestionó por las cosas que escribo. En mi casa, en cambio, escribir la propia experiencia, la abstracción, la mezcla, el invento y el juego pasan desapercibidos.
Un adelanto de porqué a veces siento que no encajo en mi casa.

jueves, julio 01, 2010

Cosas que uno aprende haciendo la valija

* Vivo con más cosas de las que necesito en verdad. Me traje ropa a Berlín que nunca usé, y allí no más la abandoné también. Cuando le comenté esto a Dana, mi roomate, me dijo "Si, es verdad. Pero también estaría bueno tener más espacio". Si.

*La mentalidad de último momento me hace pensar si existirá en algún lado un Primer Momento, con mayúsculas, respetable, querido por todos, pero al que nunca logro identificar. ?¿Será que no existe? Y los que lo vieron, ¿qué? ¿Quiénes son? ¿Dónde están? O más importante: ¿por qué no me ayudan a hacer la valija?

*Hacer la valija después de nueve meses no es empacar tus cosas, es mudarte. La diferencia está en que empacar es seleccionar, doblar y guardar ropa. Y según el tiempo, la ecuación se convierte en: ropa + zapatos para diferentes ocasiones + botas + carteras varias + collares y aritos y pulseras. Mudarte es darte cuenta que aunque ya guardaste toda la ropa, siguen quedando cosas. La ecuación anterior cambia: [todo lo previo] + cajita de jabón + cajita de jabón + libros + poster de teatro + lamina de Degas + apuntes + ropa comprada + regalos.

*No es cierto que puedo sola con dos carromatos de treinta kilos cada uno y tres bolsos colgandome del cuerpo. No. No sé en qué momento lo pensé, pero es ficción al 100%. Por suerte tres amigos me ayudaron hasta el aeropuerto. Mi prima Ohiana me pregunta cómo hice sola en el aeropuerto de Bilbao y desdde allí hasta San Sebastián (donde estoy ahora). No sé. Pero llegué! Lo que no sé cómo va a suceder es viajar a Madrid el domingo. Veremos.

*Uno va y viene, porque resultó ser que en el reparto de almas, le tocó la nómade. También puede ser que uno se haga su propia alma, y creo creer más en eso que en lo anterior. Y lo que uno se lleva siempre es un poquito de todas las personas que encuentra en los caminos, más que las cosas que logra juntar y meter en la valija. Siempre fui y vine mucho, y siempre extraño y me cuesta dejar a la gente. Pero de alguna forma, mi vida previa también me preparó para eso, y no me había dado cuenta. Me mudé siete veces antes de mudarme de Berlín. Guau, si que llevo gente adentro mío.

miércoles, junio 16, 2010

Ay, qué lindo! Sacale una foto

El viernes pasado fuimos con la clase de Arte Alemán al Museo Judío de Berlín. Es un anexo al Museo de Berlín, que se construyó para guardar exposiciones de historia luego de la subida del muro, como una respuesta al bloqueo del tradicional Museo Histórico de Berlín. El Museo Judío fue construído como anexo a aquel que mencioné, y se inauguró en 1999. Es una obra de Daniel Libeskind, un arquitecto descrontractualista genial, que ahora está trabajando en Ground Zero en Nueva York.
El museo es un desafío en términos de construcción. Solamente se puede acceder por el subsuelo, y el plano está dividido en diferentes ejes que se cruzan: el eje de la continuidad, el del exilio y el del holocausto. El eje del exilio desemboca en una de las mejores obras memoriales que vi, el Jardín del Exilio, un patio con columnas altas (entre las que se puede circular) sobre un piso desnivelado. Al final del eje del holocausto está la Torre del Holocausto, un espacio de concreto, cerrado, sin ventanas, irregular y de un techo altísimo.
Entramos ahí con la clase. La puerta se cierra y sólo se escuchan los autos de la calle. La habitación no es un rectángulo, sino un trapecio con un lado recto. Y en ese ángulo agudo donde se juntaban las dos paredes que daban a la calle, se colaba un poquito de luz que venía del sol de afuera. Se movía por las hojas de los árboles. Fuera de eso, la habitación es oscura. El concreto está frío, lo sentí en la espalda cuando me senté en el piso. En eso estaba, pensando qué significaba esa habitación, cuando se abrió la puerta y entró una señora con la audioguía de cinta roja colgada en el cuello. Se tomó cuarenta segundos tal vez, luego caminó a su ritmo de costumbre, tomó su cámara automática con pantallita y le sacó una foto a la luz que se colaba en la parte superior de la pared.
Yo me puse a pensar en la gratuidad que tienen las fotos. Me puse a pensar en qué necesidad tenía esa vieja de mierda de sacar una foto de eso, si claramente la arquitectura está para que la experimentes, la sientas, no la guardes en una foto que no va a comunicar nunca jamás lo que se puede sentir en esa cámara. Me molestó, me imaginé a la vieja tomando té con sus amigas, pasando las miles de fotos de su viaje a Berlín y deteniéndose en esta. "Y esta foto la saqué en la Torre del Holocausto. Este es el único cachito de luz de sol que entra" "Ah... que fuerte".
Luego recordé cuando las fotos eran con rollo. Que había algo excepcional, o que nunca se volvería a ver, entonces se buscaba la cámara y se sacaba una foto de algún momento que fuera digno de recordar. Porque las fotos en ese momento eran caras. Yo me pregunté qué va a recordar esta señora, si ni se sentó a pensar en lo que estaba viendo. Tal vez recuerde la cara de todos nosotros, mirándola a ella -tal vez por eso no tomó más fotos-, o por ahí el chiclik artificial de su Canon compacta. Y por ahí algún día vea esa foto y no se acuerde de qué era, y la borre.

miércoles, junio 09, 2010

La gente, en el Mar Báltico, se mete al agua en pelotas


El fin de semana pasado fuimos con la facultad a Warnemünde, un pueblo costero al norte de Alemania. Como la vez que hicimos la excursión a la región de Harz, este viaje se organizó para salir de la cotidianeidad de Berlín y compartir tiempo juntos. Más del que compartimos viviendo en una misma casa, si señor! =)
Yo lo disfruto porque son unos días que no tenés obligaciones académicas (para las que los fines de semana no cuentan), y podés hablar de cosas que no son ensayos, libros, etc.
El clima estuvo muy cálido, y todos los días fueron soleados, así que disfruté mucho de tirarme en la playa y caminar. De hecho, ni bien llegamos, dejamos los bolsos en el hostel y fuimos a la playa. Y allí estaban, los hombres y mujeres desnudos. Al principio fue como "Oh, dios mío! Hay un hombre desnudo...".
Luego vimos que había veinte más, y uno se acostumbra. Piensa "Bueno, he ahí algo que no pensé que iba a ver de ese señor de 60 años", pero en el fondo es liberador pensar que uno puede andar en bolas por la vida sin prejuicios sobre cómo su cuerpo debería ser. Vira (Ukrania) tenía la teoría que, como en general eran todos viejos y viejas los que andaban desnudos, lo hacían para convencer a los jóvenes de que está bien andar así en la playa y así poder apreciar sus bellos y jóvenes cuerpos. Los que también corren en bolas son los chicos de hasta 10 o 12 años. Muy loco. En fin.
El pueblo estaba lleno de puestitos donde se vendía pescado en muchos formatos.
Distintos tipos de pescado en sánguche, o tmb milanesa de pescado frita con rabas fritas. Todo frito. Y estaban colmados de gaviotas enormes que sobrevolaban las bronceadas cabezas de los turistas en busca de algún mordisco.
El sábado, yo me anoté en el grupo que iba a Rostock, una ciudad río abajo muy famosa por su Universidad. Fuimos en barco, y ahí descubrí algo fundamental. Mientras yo estaba encantadísima con el calor y el sol recalcitrante, la mayoría de los alemanes prefiere quedarse en la sombra, o viajar en la cabina. Yo enseguida busqué un asiento en el dock, que compartí con dos latinoamericanas, me saqué la remera y estiré las piernas para tomar sol. Luego me percaté que nosotras tres éramos las únicas que estábamos aprovechando la oportunidad. Todos los demás permanecieron debidamente vestidos. Ahí pensé que tal vez es por eso que pueden soportar un invierno tan largo... simplemente les gusta.
La noche del sábado se hizo una barbacoa (odio esta palabra) y después se dedicó a charlar sobre lo que habría que mejorar en la ECLA, las cosas con las que no estamos de acuerdo, etc.
No podría terminar este post sin mencionar la adorable presencia de los niños. Algunos profesores fueron con sus parejas e hijos. La mayoría muy maleducados e incha pelotas al mango. Salvo por Greta, la hija de Laura, que es una bonita de la vida. Antes de ir, le pidió a la mamá que le dijera quiénes hablaban castellano, para que le hablaran en ese idioma. Ella tiene 3, y habla alemán e italiano, y en la cena del viernes me prestó sus marcadores mágicos para dibujar el mantelito que le dieron en el restorán.

La gaviota
que dimos en llamar
Marcela












yo bronceándome
en el barco













En el camino a Rostock
nos cruzamos
con el Capitán Garfio
y su tripulación











Greta juega

viernes, mayo 28, 2010

Padre

Padre nos enseñó una tarde de lluvia en Mar del Plata a comer medialunas con café con leche, bajo el ceño fruncido de Madre.
Padre me dijo que el calamar siempre se iba a acordar de mí porque yo lo devolví al mar en vez de llevarlo en la lata al depto de Palermo.
Padre nos contaba historias de la comisión geológica, de camionetas que se encajan con la crecida del río y hombres que se persiguen con hachas por el campamento.
Padre decía que tenía un ratón en el brazo, y el ratón se movía en serio.
Padre me contó que hubo un tiempo que no sabía qué hacer, porque yo tenía sólo 5 años y era refractaria al reto.
Padre me dijo una vez que tenga fe, pero fe en mí, cuando yo no entendía qué era eso de dios que me decían en el colegio.
Padre mira conmigo series documentales sobre África del Norte que hizo un gringo.
Padre intenta explicarme porqué alguna vez fue peronista, y ahora no sabe qué es.
Padre me preguntaba con cada turno de exámenes "¿Y cómo vas con el promedio?"
Padre me trae flores para santa María.
Padre practica conmigo el arte de la discusión, y cuando se queda sin argumentos dice "es para pelearte no más que te lo digo".
Padre tiene altas chapas.
Padre pregunta "¿Y tu hombre cómo anda?" cuando quiere saber de Diego.
Padre me dijo que su padre le decía que le hubiera gustado tener hijas, porque las mujeres no se van de la casa.
Padre se despide en Skype y me dice que me extraña.
Padre es para mi Veje.
Veje cumple hoy 55 años.










Veje,
cumple
feliz.

martes, mayo 25, 2010

El bicentenario

Nada, eso. Que a veces me da la sensación que todavía no nos acomodamos como país.

jueves, mayo 06, 2010

Cómo volver de Roma cuando estalla un volcán en Islandia


Después de una semana en Florencia, estudiando el Renacimiento con la facultad, había que volver a Berlín, ciudad que recordaba gris y fría. Abandonar el aceite de oliva, los paninis, el tomate cherri, la regia rúcula, los helados y la pizza de verdad (no esa porquería gomosa con pepinillos) fue complicado. Ni hablar del clima.
Primero había que ir a Roma, el jueves 15, y esperar hasta las 8 de la noche. La mayoría del grupo de mi facultad se fue ese día. Yo me quedé hasta el día siguiente, por un cambio de planes que al final no resultó. Otras amigas de la facultad habían arreglado para quedarse todo el fin de semana, así que decidimos juntarnos el viernes al mediodía a comer algo y charlar.
Estaba saliendo de Ciudad del Vaticano y me llega un sms de Una, que dice dónde encontrarnos y al final pregunta "vas a volar? por el volcán". ¿Qué volcán? "estalló un volcán y se cancelaron muchos vuelos por las cenizas". Cuando estaba caminando para encontrarme con ellas, me llama Diego y me dice que mi vuelo se había cancelado. "Apurate, porque hay un lug
ar en un vuelo que sale mañana a la mañana". Por supuesto, cuando llegué ya se había tomado. Conseguí sólo para el domingo 18 a la noche. No quería quedarme tanto, realmente no tenía ganas. Hacía tres semanas que estaba viajando, y ya quería volver. Diego estaba en Berlín hacía cinco días.
Así que armé mi valija igual, y me fui a Roma Termini.
Veinte minutos de fila, y me dijeron lo mismo que decía un cartel antes de entrar en la cola: no hay pasajes para el norte de Europa hasta el 20 de abril.
Los días pasaban y los vuelos se cancelaban de a montones. Lo que empezó como un "buen, me quedo un fin de semana en Roma", terminó siendo "me quiero ir a la mierda de esta ciudad, que alguien me saque de aca por favor". Porque los vuelos se siguieron cancelando hasta el martes a la noche.
Muchos me dijeron "bueno, disfrutá de Roma".
No. A ver... no.
No está bueno. No está bueno tener una bolsa llena de ropa interior sucia, no está bueno que el único jean que podés usar tiene olor a algo feo, no está bueno mantener el nivel de gastos de las vacaciones. No. Tampoco tenía ganas de salir a ver cosas, así que me quedaron muchas cosas sin conocer.
Como éramos varias personas de la facultad que todavía estábamos en Roma, se organizó una vuelta en grupo. Nos tomamos un tren hasta Bolzano (norte de Italia), y ahí nos encontró Lars, que nos llevó en auto hasta Berlín. Salimos de Roma a las 9:40 am, llegamos a Berlín a la medianoche. Fue un viaje largo, pero estuvo divertido... comimos chocolates y bailamos hip hop en el asiento de atrás.

domingo, abril 04, 2010

José Miguel

Yo era el bebé que se iban a llevar tus bisabuelos cuando vinieron de la Argentina. Estaban recién casados y todavía no tenían hijos. Y como en casa éramos tantos, tal vez podían llevarse uno para ayudar. Éramos ocho. Y en la Argentina las cosas iban bien.
La vida en Donostia no era fácil entonces. Las mujeres a los catorce ya tenían que trabajar. Los varones podían ir a la escuela si tenían suerte. Yo fui al convento de los franciscanos, me habían metido para ser cura. Pasaban los monjes por los caseríos reclutando niños, y en casas como la mía, que éramos tantos, pues nada, les decían "¿cuántos te quieres llevar?". Y yo me fui una vez con ellos. Los monjes nos decían ya de chicos "¡Ustedes tienen vocación! ¡Tienen vocación!". Y nosotros: "¿Tenemos vocación?", "¡¡Si!! ¡¡Ustedes tienen vocación!!"... Y así han salido curas de ese convento, que les metían lo de la vocación. Yo no, yo me escapé del convento. Los que se escapaban -que eran varios- tenían que correr bien rápido, porque a veces llegaba el monje antes y los esperaba en la casa de los padres, se los llevaba de vuelta agarrados de las orejas. Yo tenía veintiuno cuando me fui. Y mis padres, pues bueno, no me dijeron nada. Ya era grande y me pude quedar en mi casa. Pero de haber sido más chico, joder, me tenían que llevar de vuelta los monjes.
Y ahí me puse a estudiar ingeniería electrónica. Estudiaba yo solo, con unos libros. Y podía armar un televisor con los cacharros que encontraba en el caserío. Mis padres no me creían. Una vez los senté y me puse con una caja y una antena, pum, pum, pum y les armé un televisor. Blanco y negro.
Después me metí a trabajar en la empresa de polipastos y grúas Levante. Y cuando quisieron abrir una filial en Valencia, yo les dije que me venía para acá. La fabricación es mía, con la marca de ellos. Acá vinimos jóvenes Arantxa y yo, recién casados. Y aquí nacieron nuestras cuatro hijas.

martes, marzo 16, 2010

"Argentina is fucking amazing"

Estábamos cenando antes de ir a una charla que iba a dar el Ministro de Cultura de Rumania.
Yo: - Dora, ¿vas a la charla?
Dora: - No, odio la política.
Yo: - ¿Porqué?
Dora: - ¿Cómo porqué? Por qué no es la pregunta. Los políticos siempre mienten, y parece que nada sirve para nada.
Yo: - Pero si mirás a la decadencia de las cosas, por supuesto que es así. En Argentina, por ejemplo, hay una crisis política muy grande. Hace falta una nueva clase política, que cambie de raíz la forma de hacer las cosas... se necesitan muchas cosas, un cambio principalmente cultural, de valores. Está todo muy desgastado, la vida política se ha banalizado mucho. Sin embargo a mi la teoría política me interesa mucho, estudiar ciencias políticas es fascinante.
Y ahí Dora -que viene de Croacia- me dijo: "but nooo... Argentina is fucking amazing!" Me habló de lo que pasó en el 2002, que la gente se organizaba en las esquinas y que volvieron a surgir las asambleas de una forma auténtica.
Y yo me pregunté entonces de qué estamos hechos los argentinos. Si eso que dijo Dora en verdad exisitió, ¿tendremos la capacidad para cambiar la vida política en nuestro país? Para tener los políticos que necesitamos. ¿De dónde sale la gente que nos gobierna?

domingo, marzo 07, 2010

Reirse fuerte

Anoche fue el cumpleaños de Anika, la novia alemana de Juanfe, el amigo argentino de un amigo de Diego, y ahora todos somos amigos. Llegamos al lindo departamento en Wedding, y saludamos tímidamente con un "Hallo". Pensamos que todos eran alemanes. Resultó ser que la mitad de la mesa era argentina, y de Zona Norte. En frente nuestro estaban Leo (compañero de trabajo de Juanfe) y la mujer, y al lado de Diego, Tobías, el hermano de Juanfe. Nuestra mitad de la mesa hablaba casi a los gritos, haciendo aire entre las risas, porque hablamos de todo: de cómo en Alemania no saben cortar carne, de cómo traer carne de Argentina, de un sitio que te vende desde parrillas hasta quebracho para hacer asado (que te sale una fortuna), de una parrilla en Kreuzberg, de los títulos de Crónica TV, de los diarios argentinos, chistes de santeagueños, del colegio católico al que fuimos la mayoría de los que estábamos ahí, del Huerto de los Olivos, de la UCA, de la pollerita de las chicas del Praga, del colegio del Estado. Nos reímos de eso y nos reímos de nuestra risa y al final le dije a Diego hacía rato que no me reía tan fuerte.