Yo nací y me crié en Berlín oriental. ¿Porqué quise pasar al oeste...? Eh... Me sentía oprimido. No me sentía en plena libertad. Quería conocer, viajar. Ir a Paris, a Venecia, conocer el mundo. En Alemania oriental era imposible hacer eso. Por eso decidí cruzar el muro. La primera vez no pude, la segunda lo logré. Y era considerado un criminal por abandonar mi país. Había gente que cruzaba porque quería ganar más dinero, o poder comprarse más cosas, tener un mejor auto. Yo no. Yo quería conocer qué más había ahí afuera.
Y viví dos semanas como prófugo en Berlín oeste. Estaba trabajando de mozo en un bar la noche que se abrió el muro. Había escuchado algo en la radio, pero no entendí bien. Así que cuando llegué a mi casa, llamé a una amiga, que también era refugiada del este. Decidimos ir al lugar, a ver qué pasaba. Llegamos a Hamburger Bahnhof y era un caos de gente. Nadie sabía bien bien lo que pasaba, ni siquiera los oficiales. La gente del lado oeste estaba esperando para ver si podían pasar, y los del este también. De pronto se abrieron los controles y las personas, en bandadas, se mezclaron, los del este al oeste, los del oeste para allá. Todo era una confusión. Recuerdo que un hombre me vino a pedir monedas para hablar por teléfono con su familia, y en medio del entusiasmo le di cinco marcos, que en aquel entonces era bastante. Y de todas formas no le servía, porque era billete.
Mi amiga y yo estábamos parados y teníamos miedo de pasar. Eramos prófugos ante la ley. La línea estaba ahí, a un metro, gente yendo para todos lados, pero no podíamos dar el paso. Le preguntamos a un oficial, y nos dijo que pensaba que no habría problemas. Antes, si te atrapaban, eran mínimo dos años de prisión. No nos conformamos. Buscamos al oficial de mayor rango, y nos confirmó que podíamos volver al este.
Fue una alegría inmensa. Enseguida fuimos a buscar a otra amiga, que se había quedado en el este. Ella me había guardado algunas cosas de valor de mi departamento cuando yo me fui, antes de que vinieran del Estado a clausurarlo. Se llevó fotos, libros, cosas así. Estaba durmiendo, eran las doce de la noche. Le tocamos timbre. No entendía nada, imaginate, cuando ella se fue a dormir el muro seguía en pie. No entendía como estábamos ahí. Le dije, "dale, cambiate, vamos a la frontera que se abrieron los controles". Y nos fuimos al muro a festejar.
Dirk (profe de alemán) me cuenta su historia y se emociona. Los ojos le brillan; a mi se me hace un nudo en la garganta y se me eriza la piel.
2 comentarios:
Hola .. me encantó tu escritura y esta historia es emotiva de verdad, te escribo desde Neuquén, Argentina, acá cerca está tu tía Susana que tengo la suerte de tenerla como nueva compañera de trabajo. Exitos y sigo leyendo tu blog, como que las experiencias interesantes de una persona en este mundo, son de todos!! un beso clarissa (26) :)
A mi tambien se me puso la piel de gallina Mery!!! Que historias de vida!! Besooo
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