jueves, julio 28, 2011

La historia de la tecnología hiperdesarrollada que se vuelve contra el hombre

Hoy es un día terrible para andar en ascensor. A la mañana el bicho que sube y baja simplemente no venía. Creo que el de al lado estaba roto y el que andaba lo solicitaban todos. Antes que perder el tren, preferí bajar por la escalera. Por supuesto, me encontré en planta baja a uno que bajaba del ascensor, y lo miré mal, porque si loco, me la vivo llamando al bicho bajador y no viene.
Hace un rato, en el trabajo, estaba en el ascensor yendo del piso 17 al 25. En una parte del trayecto, se frenó y se apagó la luz. Éramos fácil diez personas adentro. Me asusté: le tengo miedo a la oscuridad. Se esuchaban algunos resoplidos, breves fastidios de personas que reducían el hecho: hay diez personas encerradas en una caja de metal a oscuras en suspensión a la altura de un piso 23. Cuando se prendió la luz, dije un permiso fuerte (porque estaba en el fondo), me dejaron pasar y me bajé. Una mujer que me siguió dijo algo, yo le respondí que soy claustrofóbica. Eso es cierto, pero además queda mejor que confesar mi miedo a la oscuridad. Subí los dos pisos que quedaban por la escalera. Después tuve que bajar de nuevo (maldito centro de copiado en el piso 17!), y se me cerró la boca del estómago de pensar que tenía que tomar el ascensor. Soy re sintomática. Apreté el botón para bajar. No se prendió la luz que se prende siempre cuando pedís el ascensor. Esperé un ratito hasta que la mala espina se terminó de hundir en mi piel, salí del hall del bicho que sube y baja y tomé las escaleras, 8 pisos abajo. Aún tenía que volver. Un ascensor que subía tenía la puerta abierta. Era el de carga. "¿Puedo tomarme este?", pregunté. Me dijeron que ningún problema.
Ahora estoy en mi escritorio. La pregunta es: cuando tenga que salir, ¿andará el bicho? ¿Estará de humor? Mirá que son 25 pisos... ¿Vendrá Neo a salvarme de la revolución de las máquinas? Yo quiero una cita con el Creador, viejo. Así no puede ser. ¿Mirá si un día se retoba la máquina que registra el ingreso? ¿Y pone que entré a las 10 y salí a las 14? O si se retoba la máquina del café. Y empieza a escupir café, después te tira un chorro de leche caliente en los ojos, te escupe azúcar en el óido y te tira Nesquick en los zapatos. Después salís a tomar aire al jardincito, agobiada por el ataque, y te come un ejército de hormigas. Entonces llevan el resto de tu cerebro aún consciente a su guarida y te das cuenta que es verdad, existe una hormiga gigante que maneja a todas las demás. Tu cabeza se da cuenta que el fin está cerca, pero no puede hacer nada, porque le falta el resto del cuerpo. Hay que tener cuidado con estas cosas. Porque cuando las máquinas y las hormigas se complotan, la historia de la Humanidad como la conocemos puede llegar a su fin. Posta.
La historia de una chica que se queda a dormir en la casa de un pibe que casi no conoce, se muestra misteriosa seductora, susurra un te quiero mientras se hace la dormida soñadora, dice que no quiere, que no le importa, él la deja con una excusa barata, ella lo acecha en facebook, descubre otra mina, se ofende, le duele, lo odia y todo, seis meses después se da cuenta que no
las cosas no son así
las superficies
que brillan
resbalan

viernes, julio 22, 2011

Lo que no te mata no te hace más fuerte, lo que no te mata te vuelve loca y te llena el jardín de Barbies tropicales.

(de acá.)

jueves, julio 21, 2011

La pregunta de la radio

El otro día volvía del trabajo escuchando Metro y Medio, en la 95.1. Sebastián Wainraich y Julieta Pink hacían una pregunta: ¿qué cosas marcaron tu vida? No tenían que ser cosas malas o buenas, simplemente podía existir algo que se repetía en diferentes ocasiones.
Yo me puse a pensar qué era eso para mi. Lo que marcó mi vida son las distancias.
Nacer lejos. Vivir lejos de donde nací.
Las distancias infranqueables dentro de mi familia.
Las que cruzo todos los días.
Los 600 kilómetros a La Pampa en auto varias veces al año.
El camino hasta el molino.
Las distancia eterna con los amigos de otros lados.
Los miles de kilómetros viajados para tomar una cerveza y hablar y reir.
La distancia que se acorta cuando comentás una foto en Facebook.
La distancia que a veces pongo con las demás personas.
Son metros, espacios que se vacían cuando tomo aire, que aparecen en viajes de colectivos, o cuando tarda en llegar un mensaje de texto, una llamada, un mail, una noche, llorar sentada en la bañera, sola, mojada, porque te da bronca, que no puede ser, que te gusta acá
y otra vez
te tenés que ir.

miércoles, julio 13, 2011

Cuponizá tu vida (segunda parte)

Carolina Sturla para mi era mi amiga de taller, con quien compartía taxi de vuelta y que trabajaba en la Fundación YPF. Resultó ser la gerente del área de Cultura y Patrimonio. Cuando le escribí un mail diciendo que me gustaría trabajar en la fundación, me dijo que justo estaban buscando a alguien para trabajar en un proyecto concreto. Querían confeccionar el archivo histórico y patrimonio de la empresa, y necesitaban una persona para trabajar en eso. Me aclaró que era temporal, y el otro pequeño detalle: tenía que empezar en una semana.
Me encantó el proyecto. Le dije que si. Después vería cómo se iba dando todo lo demás. Eso fue un viernes. El lunes fue feriado. El martes me llamaron para coordinar una cita. El miércoles a la mañana fui a tres entrevistas diferentes y al mediodía me llamaron para decirme que había quedado. En sólo seis días se había resuelto mi búsqueda de seis meses.
El proceso de partida de Cupónica me llevó 10 días. Tenía que dejar todo listo para la próxima redactora. Y fue en la redacción de ese manual de Copywrite que capitalicé todo lo que había aprendido en la empresa. Todo lo que desarrollé con los textos, el potencial para acciones de marketing, todas las posibilidades para desarrollar la comunidad de Cupónica se presentaron ante mis ojos.
Así recordé lo mucho que me había divertido escribiendo esas historias. Y la verdad que la pasaba muy bien. Cosas que descubrí:
- El marketing puede ser muy divertido y entretenido
- Se hacen grandes amigas en el trabajo
- La Torá todo lo dice: pasado, presente y futuro
- Shabat empieza los viernes a la tarde y dura hasta el sábado a la noche
- Las personas que trabajan en atención al cliente son lo más. Se merecen todo mi respeto
- Los usuarios son demasiado viles con quienes les prestan un servicio
- Existe una máquina que sólo bate leche y hace espuma para el café. Excelente
- Hay gente que le dice hija a su perra diminuta, con un moño en la cabeza
- No importa cuáles sean tus creencias religiosas, Yhavhé te encontrará en el cielo y te juzgará con todos tus ángeles buenos y malos
- Soy una persona creativa
El día que me fui me regalaron dos docenas de medialunas saladas de manteca (!!!!!!) calentitas, oda a la infancia de Jolo; y una Besha billetera turquesa de cuero con cierre y separadores (como la que quería!!!). Adentro es fucsia. Es muy linda y está súper contenta porque la llevo a todos lados.
El viernes me fui como a las 8.30 pm (tarde para mi, siempre rajaba a las 7 cuando mucho). Pixie me puchereó y Mery lloró un poco y Ale hizo de cuenta que no me iba. Y yo las quiero con toda el alma. Jolo me retuvo lo más que pudo charlando de Cupónica y escuchando lo que tenía para decir.
Y todo así, porque al final es cierto lo que me dijo Marie (amiga de taller y nueva redactora): en Cupónica somos como una gran familia.

lunes, julio 11, 2011

Cuponizá tu vida

Retomando.
El jueves hizo un año que volví de Berlín. Empecé a pensar cómo viví esos doce meses. La cuenta es simple: casi 4 meses sin trabajo + 8 meses trabajando como redactora creativa en Cupónica.com.
Alguien me dijo, cuando mi tema de conversación era el desempleo, que conseguir el trabajo que uno quiere lleva tiempo. "A un amigo mío, por ejemplo, le llevó un año", me dijo. ¡¿Un año?! ¡¿Vos me estás diciendo que le llevó 12 meses conseguir el trabajo que quería?! O sea, ¡¿365 días sin hacer lo que le gusta?! Si, uno puede medir el tiempo en la forma que prefiera. Por lo general, cuando estás sin trabajo, todo parece larguísimo. Y cuando conseguís trabajo, sentís que el tiempo vuela, y ya te ponés viejo para hacer lo que querías.
El 2 de noviembre empecé a trabajar en Cupónica.com. Me pasó el laburo Jesi, una amiga de la facultad. Ella se iba a trabajar en el portal de Canal 24 Noticias. Envidia. Obvio. Se iba a hacer periodismo, yo, a trabajar en marketing. Odio el marketing. Me parece un cáncer. Bueno, es un trabajo. Bueno, está bien. Las voces en mi cabeza discutían durante el viaje en colectivo.
Somos un start-up (esa palabra la aprendí en OEI, 4° de la Facultad), me dijo Diego, una empresa chica de 12 empleados. Empecé a trabajar a los tres días. Escribir sobre celulitits, sobre plataformas vibratorias, sobre ofertas en peluquerías. Uñas esculpidas. Sushi. Alisado definitivo. Sushi delivery. A veces ya no sabía sobre qué escribir. Además, tenía a cargo las imágenes. Todo para mañana, por favor. Mucha presión. Excelentes personas trabajaban al lado mío. Alexia era mi jefa. Lety era agente comercial, igual que Flor. Las coordinaba Albert. Ceci era atención al cliente. Max y Diego, CEOS. Dante y Pablo, programadores. Eso era Cupónica al principio. Una vez me fui de la oficina, enojada, porque no me pasaron el material. Estaba todo escrito, y yo lo había escrito de cero sin saber. Otra vez se cayó la propuesta a las cinco de la tarde. Me subió un calor a la cara, me puse roja y me fui a sentar afuera. En diciembre se unió al equipo Carla, agente comercial. Siempre se quejaba de que no le avisábamos cuando pedíamos comida. Le costó acostumbrarse que en realidad no le avisábamos a nadie: entre dos mesas redondas coordinábamos bastante bien a la misma hora todos los días. En enero entró Gaby, otro agente comercial. Trajo un deal para hacer alineación y balanceo por 30 pe. Algunas tardes nos hablaba de sus hijas. Tiene dos nenas, la más grande tiene cerca de 11 años y un Facebook monitoreado. Ese fue un gran mes. Se unióSol. Yo llegué a la oficina y ella estaba sentada en una silla de la otra mesa. "¿Vos sos la diseñadora?", le pregunté contenta con la promesa de hace meses. "No, bueno, todavía no", tenía cara de vergüenza. Estudiaba Diseño de Indumentaria, pero había entrado para hacer trabajo adminsitrativo. Se iba a ocupar de Pagos. Ceci respiraba un poco.  Entró Mery 2 (yo pasé a ser 1), diseñadora, referente de moda cool y genia total. El primer deal que hizo fue Suspensión Ricky, el de Gaby, que todavía me da risa el nombre.
Empezamos a hacer más acciones de marketing, agitar el Facebook. Salimos con Volta. Yoghurt helado Top It se usó hasta el cansancio. Empecé a aburrirme de escribir siempre sobre las mismas cosas. Y me tuve que reinventar.
Recién ahí descubrí la redacción creativa. En mi mente, una idea: hay muchas páginas de descuentos, ¿cómo podemos hacer para que la gente se quede más tiempo en la nuestra? Si bien el objetivo número uno es vender cupones y facturar (oh Yhavhe no permitas que suceda lo contrario), las funciones de Cupónica, a mi parecer, iban más allá. Da a conocer una marca y promociona su nombre, su Facebook, su página web. Cuanto más tiempo estuviera un usuario en nuestro sitio, mejor para nuestros clientes (los comercios). ¿Cómo llamar su atención? Vamos a contarle historias. Así fue. Empezaron a publicarse historias delirantes, con personajes estrambóticos, de nombres raros, a los que le pasaban cosas alucinantes. Raimundo Rogelio Contratiempo, Mecha Marchante (la de las mechas mechudas), Perla Pulidospimpollos, la pareja Ricoeur-Pompidante y hasta el monstruo del lago Ness y Nahuelito protagonizaron historias de no creer. Empecé a pensar acciones de marketing, cosas que hicieran participar a nuestros usuarios. Los relatos se empezaron a explotar más cerca de mi partida.
Las posibilidades reales de irme se dieron a partir de enero. Ese mes puse algo muy copado en la carta de presentación en ZonaJobs y conseguí una entrevista en Turner para trabajar en Cartoon Network. Fue la única vez que uno de esos medios online me rindió. Otra entrevista: para una fundación. En febrero ya sentía el desgaste de trabajar en la actividad comercial y empecé a buscar activamente otra cosa. Decenas de mails por día. Otra entrevista: Xaga, una agencia de publicidad (los de Mamá Luchetti). Entusiasmo y emoción. Pero tampoco iba a ser el camino. Disney, coordinadora de contenidos digitales. Muy buena entrevista, me quedaba a 20 cuadras de casa, pero no daba el perfil.
Me desesperaba, me ponía de mal humor, contestaba mal, mi jefe me preguntaba si estaba indispuesta. Todo eso, y mandar muchos mails por día. Muchos hasta enviarle un correo a Carolina Sturla, mi amiga de taller de escritura.