domingo, agosto 22, 2010

Hace poco escribí un cuento. Yo no estoy segura de cómo suceden esas cosas. De lo que tengo plena certeza es que en un momento completamente azaroso, una oración bimembre o unimembre se mete en mi cerebro, una idea germina, y luego existe el cuento.
Hace poco escribí un cuento sobre una chica que se equivoca de colectivo, y en vez de ir a la casa que comparte con el novio, se va a la casa de los padres y ahí descubre que el tiempo tiene otra dimensión y que su familia está un poco loca. La chica luego deberá pasar por otras cosas antes que la puerta se abra y le de paso a su departamento.
El cuento lo escribí para llevarlo al taller de Vir. Y como ese día no lo pude leer, y quería saber si estaba bueno o no, lo empecé a pasar a diferentes personas. A mi me gustaba, pero pensaba que había que corregirlo un poco. A Diego le gustó mucho. A Facundo, mi hermano también, pero me preguntó si eso era realmente lo que yo pensaba de él. Bueno, no. Claramente que no. Lo que hace el hermano en el cuento es funcional a todo lo demás: ¡la familia está loca! Luego de leerlo en taller, y de que tuviera una buena recepción, tuve una idea peor: mostrárselo a mi papá. Cuando me lo devolvió me preguntó si yo realmente me sentía así en mi casa. Que la escena donde se encuentra con su familia era muy violenta y si yo realmente me sentía así. ¡No! Claramente mi familia no pudo despegarse del psicoanálisis del cuento, en otras palabras, de ver qué pasa por mi cabeza a través de esas palabras.
Un acto creativo es, por lo general, inexplicable racionalmente. Esa es su esencia. La creatividad tiene lugar cuando la racionalidad de una persona se deja de lado y no reprime las ocurrencias un poco locas, un poco mágicas, de la mente. Si yo me voy a poner a pensar qué va a decir mi padre cuando lea el cuento, claramente no voy a escribir nada. Me dio pena que no pudieran despegarse de la lógica, del análisis lineal de lo que leyeron. Sentí que tal vez no les podía mostrar todo lo que escribo. Con Diego no me pasa lo mismo. Jamás me cuestionó por las cosas que escribo. En mi casa, en cambio, escribir la propia experiencia, la abstracción, la mezcla, el invento y el juego pasan desapercibidos.
Un adelanto de porqué a veces siento que no encajo en mi casa.

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