En los dorms había bastantes pibes que no se habían ido, o que ya habían vuelto. La noche del 31 hicimos una cena entre todos, éramos cerca de quince. Yo llevé torta brownie para compartir, todos aportaron cosas ricas. Había muchas golosinas rumanas y papás Noel de chocolate.
Año Nuevo en Berlín quiere decir fuegos artificiales constantes desde las seis de la tarde. En nuestra calle había tres grupitos de chicos, cada uno con sus municiones bombardeanos el aire. Y a medida que pasan las horas, se escuchan más y más seguido. A las diez y media nos fuimos a celebrar a otro lado. Alina trajo suika de Bucarest, y los demás aportamos vino y cerveza. Con la mochila cargada nos dirigimos primero a la casa de un ex ECLA, y media hora antes de las doce salimos para Mauerpark, uno de los centros de reunión (otros podían ser Brandenburger Tor, Potsdamer Platz, etc). En esa corrida ebria, esquivando patinadas en el hielo que cubre el piso, en ese momento de "Dale, no llegamos, no llegamos!" suena el celular. Padre me dice "Feliz Año Nuevo!", me pasa con Madre, que no me entiende, me pasa con Facundo (mi hermano). A esa altura yo hablaba en un castellano centroamericano inentendible.
Dejé el celular a un lado, nos juntamos en ronda y contamos de diez a cero. El cielo explotaba con colores. Todos nos abrazamos y saltamos. Diego y yo pensamos que er auna buena idea deslizarnos en bolsa por la nieve. Si, completamente ebrios, nos tiramos por esas colinas nevadas que ven ahí. Después nos encontramos con berlineses copados que nos prestaron sus trineos, y nos tiramos varias veces. Los demás se fueron a una fiesta.
Cuando nos cansamos de caernos, subir, tirarnos, caernos, etc; nos dirigimos a la fiesta. Alina todavía tenía dulce suika. En una casa abandonada de Kreuzberg, la gente bailaba y un dj le ponía mucha onda a la noche.
Ahí nos quedamos hasta que nos duró la ronda. Sumergidos en el festejo socializado de Año Nuevo. Eso es celebrar en Berlín.
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