domingo, diciembre 06, 2009

Ringbahn party

Yo no sabía, pero es una fiesta tradicional en Berlín. Todo empieza así. Se publica el evento en Facebook. Una hora antes del encuentro, se publica el punto de encuentro y se borra unos minutos después. Esta vez fue en Westkreuz, la punta oeste del subte que recorre la ciudad en redondo. Allá fuimos.
En el camino nos encontramos con Andra, una rumana que trabaja en la biblioteca de la ECLA, y varios más de la comunidad. Al evento estaban confirmadas 2.000 personas en Facebook, y no sé cuántas más había en esa estación. Era imposible caminar. Todos tomando de alguna botella y esperando que pasara algo. Alguien del grupo decidió que subiéramos la escalera, en dirección a la salida, porque la idea era que todos esperáramos ahí y bajar rápido cuando llegara el tren. Ahí se prendió la música y todos se pusieron en la misma sintonía. Grandes masas de pibes y pibas saltando y coreando Seven Nation Army (Oh-Ohoh-Ohohohoh) era un descontrol. Por más que no quisieras, saltabas igual, porque la masa te llevaba. De pronto llegó el tren, con unos pocos asajeros desprevenidos adentro, y el mar de gente empujó para entrar. Nosotros no llegamos, nos quedamos afuera. Todos adentro saltando, algunos vagones se empezaron a sarandear. El tren no quería arrancar. Dejó las puertas abiertas un rato largo, después apagó las luces. Finalmente cerró y se fue, con cientos de pibes adentro. Todavía quedaban otros tantos en el andén. Cuando llegó el segundo tren, entramos. Diego se había convertido en mi segunda espalda. Nos quedamos un rato en el vagón, saltando y gritando, apretados contra cuerpos ajenos. Cuando vimos que este tren no iba a arrancar, nos bajamos.
Ahí todo se empezó a descontrolar más. Algunos se subieron al techo y empezaron a caminar por los vagones, otros se trepaban a las máquinas de boletos. Un pibe prendió fuego un tacho, nosotros olimso el plástico desde la escalera. Más o menos lo que pasa cada tantos meses en la línea Sarmiento - y se llama "la furia de los pasajeros" - acá se hace por joder, es una fiesta. Es algo así como sacarle la lengua a un cana y salir corriendo. El problema no es tomar alcohol en el transporte público, porque es legal y muchos lo hacen siempre. Lo que no se puede es poner música fuerte, hacer pogo en el vagón, romper botellas contra el tren, treparse y esas cosas.
Ahí estábamos, en la escalera, pensando en ir a Wedding, porque había dos puntos de encuentro (algunos decían que uno tal vez era falso), y el otro era ese. De pronto, Andra gritó "¡Viene la cana, viene la cana!", y todos nos metimos en el tren que iba al lado opuesto, no en el que estaban todos. Ese estaba parado hacía poco. Nos subimos y vimos bajar mamotretos vestidos de azul, con palos en la mano. Che, que bueno que nos subimos al tren. Si, mal. Si... che, no arranca igual esto. Se apagaron las luces. El tren no iba a salir jamás. Nos bajamos y salimos de la estación. En la puerta había cinco combis de la Polizei, las esquivamos con cara de fin de semana y caminamos al autobus. Fuimos a Wedding.
Allí estábamos, esperando el tren, cuando cayó un grupo de pibes con una mochila y parlantes que musicalizaban la estación. Nos pusimos a bailar en el andén y nos sumamos al grupo. Cuando llegó el tren todos subieron, menos yo, que estaba esperando que Diego volviera del kiosco. El vagón se hizo pogo. Yo le pedí a Dana que Andra me llamara y me dijera dónde iban a estar.
Luego quisimos alcanzarlos, pero fue imposible. Andra me llamaba cada diez minutos para decirme que cambiaban de posición. Nos bajamos en Wedding, y cuando quisimos volver al tren, tres policías - esta vez vestidos de verde y más protejidos - nos dijeron que no podíamos usar esa estación. El último llamado de Andra me dijo que había llegado la policía y que se tuvieron que dispersar. Habían perdido a varios del grupo y la fiesta se disolvía en las calles de Berlín.
Diez minutos después de llegar a Pankow, Dana golpeaba fuertemente nuestra ventana. Había perdido la llave y necesitaba entrar. Dijo algo más sobre la suerte que tuvo de enganchar el tram, que ya no podía estar parada y que había perdido a los otros. Yo la escuchaba a medias, sin decidirme entre quedarme en este mundo o perderme en pesadillas de trenes que se prenden fuego y policías pacifistas.

1 comentario:

Agustín Molina dijo...

Qué lejos que estamos (en muchos sentidos)! Por acá, hace unos días, la policía golpeó a un pibe que quería entrar al recital de Viejas Locas con su entrada, y lo mató.
Qué sigas disfrutando!!